mente y cerebro
Mente y cerebro

21 lecciones para el siglo XXI – YUVAL NOAH HARARI

Lo que vale para el deseo sexual vale para todos los deseos, y de hecho para todos los sentimientos y pensamientos. Consideremos simplemente el próximo pensamiento que aflore en nuestra mente.

¿De dónde procede? ¿Ha elegido pensarlo libremente, y solo entonces lo ha pensado? Claro que no. El proceso de autoexploración empieza con cosas sencillas, y cada vez se torna más difícil. Al principio nos damos cuenta de que no controlamos el mundo exterior. Yo no decido cuándo llueve. Después nos damos cuenta de que no controlamos lo que ocurre dentro de nuestro propio cuerpo.

Yo no controlo mi tensión sanguínea. A continuación comprendemos que no gobernamos siquiera nuestro cerebro. Yo no les digo a las neuronas cuándo disparar. Al final hemos de darnos cuenta de que no controlamos nuestros deseos, ni siquiera nuestras reacciones a tales deseos.

A la ciencia le resulta difícil descifrar los misterios de la mente en gran parte porque carecemos de herramientas eficientes. Muchas personas, incluidos muchos científicos, tienden a confundir la mente con el cerebro, pero en realidad son cosas muy diferentes. El cerebro es una red material de neuronas, sinapsis y sustancias bioquímicas. La mente es un flujo de experiencias subjetivas, como dolor, placer, ira y amor. Los biólogos suponen que el cerebro produce de alguna manera la mente, y que reacciones bioquímicas en miles de millones de neuronas generan de algún modo experiencias como dolor y amor. Sin embargo, hasta el momento no tenemos ninguna explicación en absoluto de cómo la mente surge del cerebro.

¿Cómo es que cuando miles de millones de neuronas disparan señales eléctricas en un determinado patrón, yo siento dolor, y cuando las disparan siguiendo una pauta diferente, siento amor? No tenemos ni idea. De ahí que incluso si la mente surge realmente del cerebro, al menos por ahora estudiar la mente es una empresa diferente de estudiar el cerebro. La investigación del cerebro está avanzando deprisa gracias a la ayuda de microscopios, escáneres cerebrales y potentes ordenadores. Pero no podemos ver la mente en un microscopio o en un escáner cerebral. Estos dispositivos nos permiten detectar cambios en las actividades bioquímicas y eléctricas del cerebro, pero no nos dan ningún acceso a las experiencias subjetivas asociadas a dichas actividades.

Varias culturas antiguas prestaron mucha atención al estudio de la mente, y no se basaron en reunir informes de segunda mano, sino en adiestrar a personas para que observaran de manera sistemática su propia mente. Los métodos que desarrollaron están agrupados bajo el término genérico de «meditación». Hoy en día, dicho término suele asociarse a religión y a misticismo, pero en principio la meditación es cualquier método de observación directa de nuestra propia mente. En efecto, muchas religiones han hecho un uso exhaustivo de varias técnicas de meditación, pero eso no significa que la meditación sea necesariamente religiosa. Muchas religiones han hecho también un gran uso de los libros, y eso no significa que servirse de los libros sea una práctica religiosa. A los que meditan con Vipassana se les advierte de que no se embarquen en una búsqueda de experiencias especiales, sino que se concentren en comprender la realidad de su mente, sea cual sea dicha realidad. La meditación es un instrumento para observar directamente la mente.

Si intentamos observar de manera objetiva nuestras sensaciones, lo primero que advertiremos es lo salvaje e impaciente que es la mente. Incluso si nos centramos en observar una sensación distinta, como el aire que entra y sale de nuestros orificios nasales, nuestra mente puede hacerlo por lo general durante solo unos pocos segundos antes de perder la concentración y empezar a vagar entre pensamientos, recuerdos y ensoñaciones.

Cuando un microscopio se desenfoca, solo necesitamos girar una pequeña manecilla. Si la manecilla está rota, podemos llamar a un técnico para que la repare. Pero si la mente se desenfoca, no podemos repararla tan fácilmente. Por lo general hace falta mucho entrenamiento para calmarnos y concentrar la mente, de manera que sea capaz de empezar a observarse a sí misma de forma metódica y objetiva. Y es mejor que comprendamos nuestra mente antes de que los algoritmos lo hagan por nosotros.