Perdón y Reconciliación: Atributos humanos

Nelson Mandela

CUANDO NELSON MANDELA OFRECIÓ EL ALMUERZO AL QUE SE ORINÓ EN SU CABEZA…

Nos sentamos y cada uno preguntó qué quería. En la mesa de enfrente, había un hombre esperando a que lo sirvieran.

Cuando lo sirvieron, le dije a uno de mis soldados que fuera a pedirle a ese señor que se uniera a nosotros.

El soldado fue y le dio mi invitación. El hombre se levantó, cogió su plato y se sentó a mi lado. Mientras comía, sus manos temblaban constantemente y no levantaba la cabeza de la comida. Cuando terminamos me saludó sin mirarme, le estreché la mano y se alejó. El soldado me dijo: Madiba ese hombre debe haber estado muy enfermo ya que sus manos no dejaban de temblar mientras comía. – ¡No, no, absolutamente! La razón de su temblor es otra. así que le dije: Ese señor era el alcaide de la prisión en la que yo estaba. Después de que me torturó, grité y lloré pidiendo un poco de agua y él vino y me humilló, se rió de mí y en lugar de darme agua, me orinó en la cabeza.

No está enfermo, tenía miedo de que yo, ahora presidente de Sudáfrica, lo mandara a la cárcel y le hiciera lo que me hizo a mí. Pero yo no soy así, este comportamiento no es parte de mi carácter, ni de mi ética. Las mentes que buscan venganza destruyen estados, mientras que las mentes que buscan reconciliación construyen naciones. Al salir por la puerta de mi libertad, supe que si no hubiera dejado atrás toda la ira, el odio y el resentimiento, todavía sería un prisionero. “

Nelson Mandela

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Stratego, La verdadera sabiduría es vencer sin combatir


Perdón y Reconciliación

Debemos diferenciar los siguientes conceptos relativamente afines:

·Indultar, amnistiar, condonar o prescribir una falta, que serían términos legales.

·Disculpar, que implica una justificación de la ofensa.

·Excusar, que implica que el ofensor tiene una buena razón para cometer la ofensa.

·Olvidar, que conlleva que la memoria de la ofensa ha sido simplemente deteriorada o se ha apartado de la conciencia.

·Negar, que supone una renuencia a percibir el daño sufrido.

·Comprender, que también supondría una justificación de la ofensa.

·Reconciliar, que da lugar a una restauración de relaciones entre el ofensor y el agredido, en ocasiones como si no hubiera pasado nada.

Perdonar no es aceptar o tolerar la injusticia o eliminar la rabia contra las injusticias; no es olvidar, condonar, comprender o excusar el daño sufrido; no es hacerse uno bueno o buscar el perdón legal o lograr una reconciliación. Hemos visto y diferenciado el perdón de conceptos como excusar, condonar, olvidar, tolerar, comprender, absolver, clemencia, piedad, misericordia, paciencia, indultar, disculpar, amnistiar o cerrar los ojos como si algo no hubiera ocurrido (negación), e incluso reconciliar.

Fundamentalmente el perdón consiste en la renuncia a un derecho sobre el victimario. Renunciar a la ley retaliativa, a la deuda contraída por el agresor, al pago de la libra de carne del Mercader de Venecia. Cancela la obligación del agresor con su víctima. Su horizonte es, por tanto, moral. Se trata de la resignación de  los derechos que la víctima tiene sobre el agresor, derivados de la agresión padecida.  El perdón conlleva esa labor dolorosa de renunciar a algo a lo que se tiene derecho y una vez efectuada esa liquidación, el agresor está libre de obligaciones morales hacia su víctima. Este gesto supone también la disolución del vínculo establecido entre ambos y del poder que la víctima tiene sobre su victimario: la exigencia de que pague por el mal que ha infligido. A muchas víctimas les resulta imposible  e impensable sostener este gesto moral y perder el poder que su condición de víctimas les concede.

Veamos otras propiedades del perdón que hacen de él una propuesta tan atractiva terapéuticamente hablando: El perdón desanuda la ligazón con el pasado, con aquello que nos ataba y arrastraba hacia atrás. Nos libera de la dictadura del pasado y de la inmovilización que supone el mantenimiento de un statu quo por el rencor y la presencia del odio, porque supone el control sobre el daño sufrido y sus consecuencias. Lo que proporciona es un abandono del resentimiento y del impulso hacia la venganza. Nos posibilita mirar hacia el futuro en la medida en que se deshacen los vínculos por sentimientos de culpa y el daño vivido en el pasado que se hace continuamente presente en el resentimiento. Pretende liberar el presente y el futuro de la carga que imponen los actos del pasado (Zamora, 2008).

El misterio del perdón radica en que es: un acontecimiento inicial,  repentino, generoso y asimismo espontáneo. Aparece en el psiquismo de una forma inesperada, desconocida, y no condicionada. No depende de la voluntad y por tanto no se puede exigir ni imponer, ni forzar, ni pedir un esfuerzo voluntarioso para concederlo. Por mucho que se quiera perdonar no por ello se lograría. Sigue su curso en el interior de la mente, fruto de una ingente labor de elaboración de los sentimientos de odio, rencor, deseos de venganza y resentimiento. Pero cuando aparece, surge con esas características que hemos comentado. Es un acto gratuito. Quien perdona lo hace porque quiere y así lo siente. No se presta a exigencias o buenos deseos del entorno, o incluso de uno mismo. Me decía un paciente: «Mire, estoy sorprendido, y no entiendo qué me está sucediendo pero ya no albergo esos terribles sentimientos hacia mi agresor, culpable de que perdiera la visión de un ojo. No sé, parece que se hubieran diluido«. Estos cambios son los que van configurando lo que luego denominaremos como el acto del perdón. En muchas ocasiones he sido testigo de que la persona que perdona, ni siquiera sabe por qué lo ha hecho, pero así lo siente. Algo se ha trasmudado en su interior sin tener explicaciones para ello, quizás porque el perdón no las tiene y no las puede dar.

Liberaría, liquidaría, licuaría las aguas vivas que el rencor retenía prisioneras; repararía la conciencia bloqueada en el resentimiento. Perdonar tiene algo de rechazo, de enfrentamiento a la dictadura del pasado, a su aparente irreversibilidad (M. Cruz, 2004). Sería una interrupción liberadora, rompiendo la continuidad temporal, el bucle de la violencia para dar una oportunidad a la superación de la misma.

Nos refiere J. Kristeva (2005) que el psicoanálisis ha revelado que el odio y sus múltiples variantes son coextensivos a la existencia humana a la par que el propio psicoanálisis tiene asignado el temible privilegio de acompañar y desenredar su destino. El odio es inseparable del devenir humano. Es en esta dimensión de las emociones donde se focaliza la intervención del perdón.

El ámbito del perdón son los sentimientos, los afectos de odio, de dolor, rencor, resentimiento y deseos de venganza como consecuencia de la agresión. Esta es, según mi opinión, una de las dificultades para el ejercicio del perdón: ir más allá del dolor y sus derivados, como serían la respuesta de odio, deseos de venganza y resentimiento. Creo que conlleva una elaboración mental del dolor y supone un trabajo y esfuerzo psíquico de primera magnitud, por lo que no cualquier ser humano se encuentra en condiciones ni en disposición de otorgarlo.  El ámbito del perdón serían los sentimientos y afectos vinculados y en la órbita del dolor.

¿Es posible el perdón en la vida real? ¿Es una creencia errónea y falsa, ya que todas las injusticias, agravios, violencias, etc., quedarán cubiertas bajo el manto del olvido? ¿Qué ocurre con aquellos que no pueden olvidar y su vida gira alrededor de la injusticia sufrida?

https://www.temasdepsicoanalisis.org/2014/01/27/sobre-el-perdon-y-la-reconciliacion-una-perspectiva-psicoanalitica-2/ José Luis Lillo