¿Qué sentido hay en la vida humana?

Albert Camus
Albert Camus

El Absurdo

La vida es un absurdo, no tiene absolutamente ningún significado y el universo es totalmente indiferente a nuestras preguntas existenciales.

Absurdo es la distancia que media entre la búsqueda de un sentido por parte de los seres humanos y la absoluta indiferencia del universo ante esta cuestión. El absurdo es la búsqueda de significado a algo que, simplemente, no lo tiene. Dicho de otra manera: la vida humana es intrascendente para el universo enorme que la rodea.

El ser humano solo ha estado en el universo una pequeñísima fracción de tiempo: 300.000 años de los 13.700 millones de año que tiene el universo. Fútil y vacua que es la vida humana, basada en repetir ciclos (comer, dormir, trabajar).

Aceptar sin más que la vida es absurda, que no tiene significado en el vasto universo donde vivimos y, aún así, vivir con entusiasmo, con pasión, generando obras de arte, disfrutando… es la única forma de estar en este mundo. El absurdo no tiene por qué ser un calvario, sino que también cabe la posibilidad de que sea algo redentor. La aceptación es la verdadera rebelión contra el sinsentido de nuestras vidas.

Cuál es el sentido de la vida

¿Por qué existimos? ¿Qué sentido hay en la vida humana? estas cuestiones carecen de lógica ya que la existencia no tiene sentido para el universo. La filosofía del absurdo no pierde el tiempo en eso.

Es el individuo quien debe entender, y aceptar, el absurdo de la existencia y que en esencia es, ella misma, el sentido.

Este mundo no tiene un sentido superior. Pero sé que en él algo tiene sentido y ese algo es el hombre, porque es el único ser que exige el tenerlo. El sentido de la existencia es la propia existencia del ser humano.

La idea de que nada tiene significado o sentido es liberadora, particularmente en áreas como la literatura y el teatro, que tradicionalmente se han dedicado a la búsqueda de significado.

Yo grito que no creo en nada y que todo es absurdo, pero no puedo dudar de mi grito y tengo que creer por lo menos en mi protesta. La convivencia es un pilar, puesto que valora al individuo como un ser inherentemente social.

Se suelen ofrecer tres soluciones al absurdo: el suicidio, la religión o la simple aceptación del absurdo. Sin embargo, Albert Camus resalta que la tercera opción debe priorizarse sobre las demás, dado el absurdo habrá de seguir incluso si las dos primeras alternativas son llevadas a cabo.

La vida es algo insignificante, que no tiene más valor que el que nosotros le creamos. De esta forma, puede entenderse la vida como un conjunto de repeticiones inútiles, vacías y carentes de sentido y significado, que se llevan a cabo más por costumbre, tradición e inercia que por coherencia y lógica.

Racionalización

El hombre persigue constantemente el principio de razón. Nada es porque sí. Todo debe tener una causa o motivo que lo justifique. En el pensamiento religioso, tal causa “eficiente” es Dios, que obra, en tal concepción, como un artesano modelador y ordenador del cosmos. En la cosmovisión atea, tal expediente está vedado. Y de esta manera, el universo y todos los entes, sea en su existencia o en su esencia, son sin un motivo, causa o porqué.

La categoría del absurdo es una incorporación que la existencia humana y su específica racionalidad introducen en el mundo. Porque hay seres humanos hay necesidad de racionalización de todo cuanto es. Si tal racionalización no se cumple en cualquier situación verificada, esta queda sin justificación. La no justificación no es aceptada por la razón y, por consiguiente, se habla entonces de absurdo.

Filosófico en esta cuestión, es: “¿por qué es imperioso que todo deba tener una causa?”. Cuando esta necesidad a la que el ser humano se siente arrastrado de modo natural se pone en tela de juicio, se desvanece la categoría de absurdidad de los seres y de un cosmos eterno o increado y al mismo tiempo, desprovisto de fundamentos.

Albert Camus escribe: “Sigo creyendo que este mundo no tiene un sentido superior. Pero también sé que en este mundo algo tiene sentido y ese algo es el hombre, porque él es el único ser que exige el tener sentido”. Con esta frase, el autor francés pretende afirmar que el sentido de la existencia es la propia existencia. Precisamente la necesidad de buscar un sentido convierte a la raza humana en una especie única en el planeta.

Mi rebeldía, mi libertad y mi pasión

Aceptar el absurdo es la respuesta vital del ser humano. Camus no era un pesimista empedernido. Convivir con el sinsentido no implica que no merezca la pena vivir. Es más. Albert Camus afirma que del absurdo ha aprendido tres grandes lecciones: “mi rebeldía, mi libertad y mi pasión”. Vivir en sí mismo constituye un acto de rebeldía. El suicidio, una alternativa muy presente para los escépticos y los nihilistas, no es ni más que menos que la aceptación de la muerte como algo de lo que no podemos escapar. Por esa razón, la respuesta es rebelarse. Tal y como escribió Albert Camus en El Extranjero, es precisamente el absurdo lo que lleva al ser humano a valorar la libertad como “todo aquello que un corazón puede vivir y sentir”.

La teoría del absurdo desbanca a la filosofía como la disciplina destinada a responder cuestiones como “qué sentido tiene la vida” o “por qué existimos”. En este caso, la vida es un absurdo, no tiene ningún significado y el universo es indiferente a las dudas existenciales del ser humano.

El mito de Sísifo

En la mitología griega, Sísifo, fundador y Rey de Éfira (nombre antiguo de Corinto), encolerizó a los dioses por su extraordinaria astucia. Como castigo, fue condenado a perder la vista y a cargar una enorme roca hasta la cima de una montaña. Una vez alcanzada la cima, debía dejar caer la roca y volver a subirla de nuevo hasta la cima. Y así una y otra vez con el mismo resultado, eternamente. Metáfora del esfuerzo inútil del hombre. “No te afanes alma mía, por una vida inmortal, pero agota el ámbito de lo posible”.

El engranaje de la vida cotidiana: despertar, alistarse para ir al trabajo, hacer un trayecto insufrible, trabajar, salir a comer, regresar a trabajar, hacer otro trayecto insufrible hasta casa, alguna otra cosa y comenzar de nuevo al siguiente día y así siempre.

Meursault, el protagonista de la novela El extranjero, mientras fue estudiante tuvo esperanzas y creyó en el porvenir, pero tan pronto como tuvo que insertarse en la rueda de la vida maquinal, rechazó sus ideales carentes de sentido.

Rechazar el consuelo, la esperanza y el porvenir no implica que renunciemos a vivir, se trata de un acto de rebeldía y la dignidad del hombre, señala Camus, se juega en esta libertad de acción, en vivir el presente en la acrobacia de mantenerse al filo del absurdo: un Sísifo que ha renunciado a los dioses, que se ha rebelado ante ellos y que feliz carga en el hombro, una y otra vez, la piedra que rodará de nuevo cuesta abajo, feliz ante el absurdo e inútil trabajo que implica existir. Como la vida no tiene sentido, podemos adoptar una de dos actitudes: le ponemos fin a todo o nos encargamos de encontrarle nuestro propio significado. En todo caso, no importa.